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La partida de Helio

Su silueta,
Negruzca, tibia no obstante,
Se deja reposar en las pieles entrecubiertas
De las moradas, acogedoras jaulas.
 
Nuncio del advenimiento
De su hermana, Selene,
Que abraza gallardo torso
Del agraciado Helio.
 
Apacigua la brasa diurna,
Calma, con su saturnino canto,
Resonante, trémula con su melodía de durazno
Recorre  las callejuelas agostadas
y los prados ostensibles.
 
Con ella, arriba
El aterido estertor,
Vaho postremo del parco bajel,
Que hiende los mares etéreos
Y se extravía;
Se pierde en la profusa recta
Donde despide su estela
¡Oh rielante espuma!
 
Y su beso carmesí,
Sus labios sangre,
Su caricia sonrojada,
Musitan enternecidamente
Hasta pronto.

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