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Carta a los Alpes

A la dueña de mis pensamientos

Y aquí o allá,
suspiro tu recuerdo
recuerdos de días lluviosos
y  tus hilos dorados
limpiando un cielo repleto de nubes
 
Tus manos de cristal,
castas como la luz
del cielo de mañana otoñal.
Esas manos que
una vez sumergí mi podredumbre.
Y ahora, y cada vez
Que nuestro muro se ahueca
Y nuestras dulces voces producen un eco distante, los lirios que pintamos se desvanecen un poco más.
 
Lirios que su valor real,
Nunca supe realmente.
Los cuales soñé y
sigo soñando con mi corazón ardiente,
que se transformaran
en un tulipán carmesí.
 
Aunque los lirios,
O sus pétalos languidecientes,
Caídos y estrangulados,
Esos pétalos marchitos,
Son lo único que me brinda
Tu inconfundible aroma floral.
 
No de una flor,
No de un puñado de ellas,
Tampoco de un centenar o un millar,
Ya que tu esencia, indescriptible,
Es cuan vasta como el universo mismo.

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