Las tiendas cierran, las cabezas pesan: hace frío para nada.
El burdo burdel de El Llano ya no ofrece masajes a cuatro manos.
Sin publicidad, sé una buena persona: he aquí el secreto.
Las aceras siguen siendo ilegibles libros de pies cuyas páginas se revuelven al son del insomnio
Tu forma de diábolo, de reloj de arena tu perfil, contra mi alma de león y mis dientes de marfil.
Del maestro más mordaz, siempre somos aprendiz: las lecciones vitales siempre dejan cicatriz.
Los que más nos esforzamos en esto del vivir, te lo digo como si pudiera verlo, hemos visto a alguien dejar de hacerlo.
La vida, qué ironía tan bella, termina siendo lo que pensamos de ella.
Quien no tiene memoria necesita cicatrices. Quien no tiene historia necesita tatuajes.
Algunos se van a desilusionar, otros pensarán que es mentira, cuando les diga que lo que tiene valor en la vida no se puede patentar.
Mientras el otoño llega y las hojas se tornan amarillo, yo me torno carajillo y me bebo,
Querido, “hubos” hubo muchos pero no fueron tuyos. Pero “ahoras” sólo hay uno y te pertenece.
El cuerpo que te ha tocado es el resultado de una lotería que no has jugado.
Qué cruel es la torre Eiffel: unos días me quiere, otros también, aunque no me lo dice.
Tus demonios internos se van a eternizar hasta que veas, que para vencerlos, los hay que abrazar.