Chargement...

La chica que se creía pequeña

Capítulo 1

Lo portentoso de culminar esta década fue percatarme de que había sucesado toda mi vida dormida sobre el mar dejando que la corriente me llevase. Cuando desperté me hallé en el medio de un océano que yo no conocía. Apenas estas en medio de un océano en completa soledad, te crees pequeño.  A mí me amedrentaba mi propio miedo pues se sentía como una gran ventolera que arrazaría con todo.

La luna y el sol contaron los días; porque yo no lo hice. Pase mucho tiempo poetizando el cómo llegué hasta aquí. Hasta comencé a disfrutar mi primer lapso de libertad. Llovía entre mis mejillas rojas mientras me abrazaba. Cerraba los ojos e intentaba imaginarme mi propio rostro. El miedo me arropaba. Pero soy fuerte.

Yo sabía que podía morir. Estaba tan cerca... por instantes, no me cabía duda. Mas comencé a nadar de vuelta. Sin horizonte; sin vista, sin vela. En el vasto océano azul sin fondo y sin orilla. ¿Como llegué hasta aquí? seguía nadando. La duda me atrasaba. Me aferraba a querer regresar exctámente al punto de donde partí. Me parecía descabellado orillar en otro márgen. A este punto era cuestión de adivinar.

Todavía no soltaba. Insistía. Conté mil estrellas y les conté todo. Y tratar de nadar en contra de la corriente es algo que jamás olvidaré. “Sigue la corriente y relájate, acepta lo que pase”—me dije. Y mientras me meso en las olas voy olvidando pausado lo que dejaba atrás, lo que me trajo aquí. Ya no importaba, o sí? Rememoré, eso sí, las caras que más he amado. Y fue por esas que persistí. Me dije que, una vez en tierra, acertaría con ellas y nunca más me distraería así. Aprendí mucho en el mar, cabe mencionar. Tomo un año; de enero a diciembre, ocurrentemente. De frío y de calor, de comer y de hacer ayuna, de dormir y de trasnochar, de conocer y desconocer... Una noche, no se cuándo, delirando recordé: que lo había quemado todo, que ardía en llamas el lugar aquel.

Siempre fui una chica que me creía pequeña. No porque no supiese la grandeza con la que se me bendijo, por el contrario, me sosegaba el miedo. Y le temía a mi miedo, recuerdas? También le temía a mi coraje y a mi vastedad. Saber que siempre fui más, en escencia, en sustancia, en naturaleza, en existencia. Era tan grande que lo sentía en todo mi cuerpo y decidí esconderlo. En el mar y remotamente aprendí que mi coraje es la manera de saber cuando mis límites no son respetados. Me ayudaba a hablar con más intensión en los lugares donde se me creía callada y a protegerme de todo aquello que intenta hacernos daño. Darle mérito a mi vastedad me ayudo a entender por qué la vida me sacaba a golpes de aquel lugar. Y que conste que he sido de todo menos mala, eh. Que la vida es injusta en algunos universos y el mío, perfecto, no ha sido. Pero nunca he sido de los que hacen de sus malos momentos una identidad.!Que no! ¡Que más me identifico conmigo misma cuando estoy feliz!

Todo esto me hizo recordar una buena compañía que tuve el inmenso placer de abrazar y que marcó mi vida sin saberlo. Con mi perfume favorito, un papel periódico y un suéter que aún conservo. Botellas de vino vacantes, las copas derramadas por la sala de estar del apartamento 203, risas interminables, besos en el restaurán de la bahía... Un ángel que vio en mi lo que ni yo misma vi. El se sabía todos los lunares de mi espalda y yo sólo sabía que agarraba la champaña con la mano derecha; y que me hizo feliz. Suspiro sonriendo, pidiéndole al viento que nos amarre las almas un día más, aunque luego nos suelte.

Este escrito es el comienzo de una instrospeccion que tiene como fin entender donde me encuentro y como llegue aqui. No soy escritora. Soy científica. Es uno de mis primeros escritos.

Préféré par...
Autres oeuvres par Acerola...



Top