Chargement...

Antonio

Capítulo 2

Era otoño en 2016. Dejé la nostalgia de mi cama en una noche temprana de noviembre. Sentía cálidas las olas con cada paso que daba hasta restaurán de la bahía. Caminaba lento sobre piedra y arena con unos zapatos negros sin tacón. Usando el sereno de la noche a mi favor arreglé mi cabello rubio que recién me había atrevido a lucir poco más corto que de costumbre. Traía los labios rojos como símbolo de rebeldía. La musa me llevaba de la mano hasta llegar a un banquillo alto a la orilla del mar. Levanté la mirada y lo alcancé a ver: con su cabellera negra azabache, atavío tal cual estudioso de la ley, una rosa en la mano izquierda y unos anteojos que usaba para verme más cerca.

Antonio escribía poemas en las mañanas, era mozo en las tardes y mi buen sommelier en las noches. Era martes, su día libre. Sin más, haló un banquillo de la mesa de al lado, besó mi mano y se sentó frente a mi con alevosía antes inquirir sobre la selección de vinos. Yo consideraba por un momento cual gran presunción de su parte pues no fui por vino, sino por café y tapas a las siete de la noche. Si bien no decliné, puesto que la espontaneidad es mi talón de Aquiles.

Para mi desventaja, no recuerdo mucho de la primera impresión. Por distraída. Tampoco sabía que lo que estaba por contemplar lo cambiaría todo. Leer poesía siempre me cambia la vida. Pero escuchar al poeta recitar para mi fue mejor que ir al cielo. Me habló de la fortuna colosal que le conmovía, hoy por hoy, al encontrarse en mi compañía degustando un tinto de Christian Moueix; y que ya tildaría en codicia el pedirle a Dios otra cosa. Me miró directo a los ojos y me vio hasta las estrellas. Yo cambié la vista, ingenua, hacia un bote que zarpaba como para que no me atravesara más profundo el alma. Tan novata...

Y así pasamos el resto del invierno por cada terraza del país. Él descorchaba el vino de su dama y se memorizaba cada palabra que salía de mi boca. Yo usaba las copas de espejo y me pintaba los labios de cabernet una y otra vez. Antonio nunca olvidó un detalle. Era como si escribiera un libro con mi nombre en su cabeza. Yo aún recuerdo el punto exacto en donde mecimos en la hamaca del palmar. Desayunamos con champaña y nos reímos del tonto que quiso hacerme diminuta hasta quedarnos dormidos. Era al amanecer del último domingo de este sueño que haría llorar de anhelo a los poetas. Me pellizqué por si soñaba, pero nunca desperté.

Recuerdos de un romance corto y fantástico que me abrió caminos.

Préféré par...
Autres oeuvres par Acerola...



Top