Boleros
Si peino tus cabellos con la brisa de mi encanto,
Y recojo unas cuantas flores para hacerte una diadema con ellas
que adorne el oro de tus raíces.
Y si el verde del horizonte te lo dedico,
y de cielos naranjas te lleno las tardes.
Si bailamos unos boleros en la plaza de algún pueblo.
Con las luces de la noche alumbrándonos el pecho.
Llenándonos de besos la frente
y de promesas los labios.
Y si deshielo en tu cama
y te canto al oído que ya me amas.
Y sin tomar a la ligera el encuentro
observo todo lo que hay mientras me tomas de la mano.
Si respiro el fuego de tu encendedor
y me haces reír.
Tal cual realeza fuimos esa noche
en el rico sereno de San Juan.
Me entraste por la cena
y las entrañas del abismo de mi querer.
Y cómo devuelvo al capullo a una mariposa que has liberado del sueño de no ser?
Me tienes cantando boleros
y bailándolos, también,
Desde mi casa hasta la tuya.
Mira que mi abuelo cantaba boleros para vivir.
Usted y yo, los bailamos hasta morir.
Amor bailable.
Amor que suena a boleros.
Amor, amor.
Mi abuelo es bolerista, cantautor, historiador, maestro y músico de muchos instrumentos. Inspiró mi vida serena, feliz, viajando, y la llenó de muchos boleros. Así sonaba. Como un bolero. Así suenan mis recuerdos todavía. Con su foto en mi billetera escribo estos poemas. Aún sentada en su falda sonriendo, posando para la foto con aquel hombre alto que parecía a Hector Lavoe. Con sus anteojos marrón y su cabello ondulado. Se casó con una española hija de taínos. Mulata de ojos azules que dio a luz a mi madre y me regaló dulzura en la sangre, y amor en la casa. Todavía le canto los domingos al son de su piano. Allí en la sala donde abría mis regalos en enero. Todavía toma cerveza a sus ochenta y seis, el abuelo mío. Se sienta en su terraza, o en lo que queda de ella después del temporal, y se mece con su guitarra y canta al monte. Sin desespero espera. A ver si mi abuela se ve en las nubes. Si no se ha ido muy lejos. Le canta melodías todavía mi abuelo. Mi abuelo hace sentir el amor como un bolero.
