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Heridas

Todos las tenemos.
En los brazos y piernas.
En el seco rostro de invierno.
En el frágil torso:
Núcleo y tránsito del destello en la oscuridad.
 
El transcurso viene y va.
Se abre y cierra
Y con ello heridas nuevas.
Más íntimas.
Más dolorosas.
Más... y más.
 
Nacen...
En el desnudo de la soledad.
Silencio y oscuridad,
A veces muy difícil de entender.
Quietud y frialdad,
Sin calor al que abrazar.
 
Las heridas abren la carne
Penetrando en lo etéreo del ser.
Duele tanto...
Pero si se es paciente
Y decidido por sanarlas,
Dejan grabadas marcas
En la memoria que no olvida
Incluso, cuando cuerpo no hay.
 
Es amargo reconocerlo.
Agrio comprenderlo.
No es fácil dar testimonio de ello
Porque, a pesar de cicatrizar
Siguen siendo heridas
Que perduran y vagan
Aún después de cerrar.
 
Se infectan y nos pudren
Si no cuidamos de ellas.
Que irónico que sea así.
Cuidando aquello que nos duele.
¿Por qué...?
 
Tal vez la vida sea una herida
Que sutura en la muerte
Y persiste como lo que fue y es.
Tal vez... con heridas
Se puede aprovechar un poco más
Lo que hace colorida y gris
A la vida.
 
Duele...
Adentro y por todas partes.
Cuando se está y no se está,
Cuando se es y no se es.
Sana...
En el instante de saber
Que de una herida
Se puede ser mejor.

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