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Innumerables madres

 
INNUMERABLES MADRES
 
        A mi hija, mis nietas y mi biznieta.
             A mis hermanas, mis primas,
mis sobrinas y mis sobrinas nietas.
 
Dos ideas confluyen en mi mente.
Una,
insiste en recordar:
los humanos
somos todos una misma familia,
venimos de unas pocas madres
que en la profundidad de África
acunaron a los primeros niños
en sus brazos recios de lucha y esfuerzo.
Idea reconfortante
hay fuerza en la unidad
en compartir la esencia
de ser todos
indivisiblemente humanos.
En conflicto,
más que idea, la otra es sentimiento,
el profundo deseo
de reconocer
a cada una de las madres
a quienes debo la vida.
Perdidos su presencia, su recuerdo,
sus nombres,
 
entre siglos y siglos
yo quiero,
de todos modos quiero,
honrar a cada una de ellas;
agradecerles la fortaleza
que les hizo vivir
en medio de situaciones
inimaginablemente difíciles
y lograr subsistir
y dejar una hija, un hijo,
que continuara llevando hacia adelante
la línea de la vida.
 
Y, ¿cómo conciliar la idea
que somos todos uno
y el deseo de llamarlas
por nombres.
nombres que no sabría siquiera imaginar?
¿Cómo no murmurar,
cual oración callada
los pocos nombres
que han llegado hasta mí,
una y otra vez repetidos en el árbol familiar,
 
nombres que cambian como cambian los siglos
Urraca, Berenguela, Mencía, Mayor, Sancha, Petronila, Toda,
Marguerite, Beatriz, Isabella, Constanza, Dulce,
  Violante, Eleanor, Ximena, Mahalda,
  Teresa, Sol, Juana, Marina,
  Ana, María, Elvira, Merced, Gertrudis
 
¿Y cómo no hablarle en gratitud
a quien,
aunque solo es un nombre,
de recuerdos,
Josefa María Arias Izquierdo Perdomo Bencomo de Céspedes González
me ha proporcionado
una historia de siglos
al seguir la cadena de los apellidos
desde los que llegara
  Cardona, de Nápoles, de la Torre, Zayas Bazán,    Recio, de Burgos, Socarrás, Martínez, Pardo de    Aguiar, Sánchez Rubiales, Calona, Lasso de la
  Vega, Guerra de Figueroa, Roxas, Montejo,
  Araújo, Porcallo-Mendoza, Porcallo de Figueroa,
  Capeto, Comnenus, Alfonsez,
 
Galter, Núñez Velho, de Souza, Velhoso, Viegas, Pelegrín, Ribaduoro, Pires de Bragança,
Henriquez de Bourgogne
Plantagenet.
 
¿Y no habré de suspirar repitiendo,
el para mí más tierno
entre los nombres
de las madres y abuelas mencionadas,
el dulce y tierno nombre de
  Tínima,
que no tiene apellido, pero cuyo nombre,
que comparte con el río junto al cual nací,
es por sí solo evocador de toda una cultura,
de una lengua que es susurro de palmas y
trinar de sinsonte.
Su nombre, que como el de su padre,
el cacique Camaguabex,
transformado en Camagüey,
representa la ciudad, la provincia, la región,
la más culta y valiente,
de la isla en la que tuve el privilegio de nacer.
 
Hay nombres de madres más cercanas,
Bernarda, Virginia,
 
más fáciles de imaginar, porque sin conocerlas,
me dieron su memoria sus hijos, mis abuelos.
María, madre de mi padre,
que compartió su nostalgia
por la querida madre
de muerte tan temprana,
Dolores, mi abuela Lola,
Mi Paraíso,
que llenó de ensueño mi infancia
y me dejó de herencia su poderoso ejemplo,
y con ella, su madre, Mina, bisabuela amorosa,
y al fin, mi propia madre, Alma,
cuyo nombre recuerdan el mío,
el de mi hija y mi hermana.
 
Sé que quedan muchas más por los largos caminos de la historia
pero todas viven
en mí,
en la esperanza de ver cumplirse sus sueños,
con la determinación
de que la vida que supieron conservar
y trasmitir
se haga compasión, comprensión, estímulo,
 
que la añoranza de haberlas conocido,
de saber de ellas
algo más que fechas de
nacimiento y muerte,
sea en mí firme promesa
de vivir honrando
la memoria universal
que nos identifica
como un solo ser humano
y honrando
a la vez
el ser individual de cada una de ellas.
 
San Rafael, California, 2 de abril de 2018

Escrito con el deseo de honrar a todas las mujeres de las que desciendo

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