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Nuevo poema a Quetzalcoatl

hay un momento en el flujo de las horas en que el tiempo se torna vespertino
entonces el cielo ronronea en su primera estrella
 
es tan alto su pulso sigiloso, tan vibrante
que su temprano brillo fulge
espléndido
 
no arrebatan a su tintineo gracia
aquellas que luego llegan a hacerle compañía
 
el mundo es frío
 
no me alcanzarán nocturnas algideces
pues mi corazón viste el abrigo de un tibio palpitar felino
 
sabe esa sabia estrella
que la amplitud celeste es su ventana
por eso no demora en regresar a ella desde el fondo del abismo
para jugar a que contempla el mundo
 
yo acaricié una vez el lomo de esa estrella
aún pequeño, permitió que sucediera entre nosotros
el rito iniciático
por el que conocieron mis manos el secreto de su brillo
 
se untaron en mi tacto destellos de blancura y rayos áureos
que quedaron adheridos para siempre al ropaje de mi alma
 
yo vi brillar esa estrella en la luz plena del día
y besé su frente adormilada a mediodía
 
el flujo de las horas me llevó a decirle adiós un día
 
/ por irme lejos
porque ambos crecíamos /
 
y así partimos
a encontrar la casa
a encontrarnos un brillo en nuestro hacer, en la memoria,
en las ventanas que va abriendo el universo
 
hoy ya no fulgura un astro en las mañanas
pero cuando la tarde desalbora el cielo,
hay una estrella que a veces me recuerda,
  (me acuerda),
que a veces me olvida,
  (pasan por mi memoria nubes que ocultan su destello,
    llueven otros saberes, otros juegos)
 
No importa.
 
siempre se asoma estrella a proseguir su juego
 
cuando el camino me devuelve atisbos de ese cielo,
cuando camino al filo del tiempo vespertino
nos miramos por esa ventana
no me sonríe, pero está contento
si así no fuera, ¿se estremecería mi estrella en ronroneos?

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