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Cicatriz

Desde siempre se de vuestras existencias. Sueño con vosotros continuamente. Os veo, haciendo las tareas que tocan a las distintas horas de los husos horarios que os conducen. Y entiendo las rutinas. Saúl es maestro de escuela. Debe estar en África. Saúl es enfermero en la Antártida... y tiene una familia numerosa. Saúl cocina en Italia y ama profundamente a su madre, mi madre, ella también es igual. Pero yo vivo con Filomena, mientras que Saúl no tiene pareja. Y hay más Saúles. Algunos los veo muy de vez en cuando. Pero ser idénticos a mi les otorga familiaridad. Pueblan la tierra entera. Y tienen todo tipo de actividades a las que dedicarse, por placer o para ganar dinero. Alguno hace algo ilegal.

Hasta ahora, nunca me había cruzado con uno. Pero tenía que conocer Roma y Florencia. Lo pensé. Pensé que habría un cierto riesgo, después de todo, encontrarme con mi hermano de alma idéntico tiene un tinte de reto cuántico que no sabría como se iba a resolver. Quizás nadie lo sabría todavía. Llegará el día, porque con tanto viaje... Pero, después del mareo y la posterior sensación de vacío vital que me envolvió los primeros 3 días, tengo que decir que la experiencia ha ido bien.

Sabía que era él cuando le vi al frente, esperando para cruzar el semáforo. Éramos idénticos. Distinta ropa, pero del mismo estilo y color. Fue inevitable que nos sorprendiésemos. En mitad de la calle nos miramos fijamente y comenzamos a describir un circulo tenso en el que estábamos frente a frente, girando alrededor de una isleta central imaginaria, deteniendo el tráfico. Atónitos. Estuvimos así, escrutándonos, describiendo ese círculo en esa danza tan particular, como un minuto o dos.

La gente nos miraba, nos lanzaron monedas, nos tocaron el claxon. Ninguno de los dos salió fácil de su estupor. Hasta que encontré una diferencia que me devolvió la tranquilidad. Su cicatriz en la mano izquierda. Es lo que tiene ser cocinero. Una cicatriz de unos 7 centímetros, gruesa. Miré mi mano intacta, subiéndola a la altura de los hombros. Se la enseñé. Yo sonreí, el sonrío. Había ganado yo.

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