Desde pequeñito crecí igualito que un camaleón: un ojo en el presente –que es buen… otro en el pasado –que fue mejor–.
A veces, el fuego se enamora de todo lo que toca. En esas veces y solo en esas el destino, lejos de ser desatino, es justicia poética.
Larga es la historia, corta la conclusión: cada vez menos pelos en la lengua, más en el corazón.
Mientras tanto, el eco de aquel beso inesperado resonaba en mi cabeza.
El bus veinte va como si no quisiera llegar al final.
No soy ningún –ista ni practico ningún –ismo: sólo soy un artista que piensa por sí mismo.
Todo el mundo quiere ser inmortal, pero nadie se ha molestado en leer la letra pequeña: para ser inmortal
La nueva normalidad solo dejará de ser nueva cuando vuelva a ser normal.
Tu resultado, no el precio que has pagado, es lo que envidian.
Vístete de aire, de brisa y ven a verme.
El prosaico patriotismo de la pila de platos sucios de la cocina no está patrocinado por ninguna puta compañía
Todos los días sonrío, o es que no lo ves: unos días al derecho, otros al revés.
En efecto, yo –como cualquier elemento– lluevo lo que llevo por dentro. De hecho,
Las canas son sabiduría que se desborda.
¿Qué se supone que debe uno pensar si cuesta más leer y aprender de los fallos de los demás que beber y cometer los propios?