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olbido

(“Nada te oculta más que estar correcta”, dijeron ellas.
En consecuencia, estos verdos son para la mirada.
Míralos, lectora, con la atención del ojo extrañado, no juzgante;
y míralos bien con la memoria, siempre y cuando, censurada.)

. al oblivion fueron a dar aier las letras
¡ay!, por caer calleron en ese aire del callar,
mutismo
en ese ahire aireh de calles en negado tránsito
  olvido
  callar
  caer
  olb ido
 
[Adios.
 
(lee bien, e dicho ‘Ádios’)
 
¡Ah?, ¿Dios?
saludo-ya-no el ebanguelio:
“antes de be la eme”: ya-no
 
ad-íos.]
 
peroo, ah!
puestaz allí
/oblivion/
no se perdieron
 
pues ói retornan con generosa ofrenda de novedá’
de no-verdad
de formas ahora no-vedád’as
de abrir esa, la mínima puerta, la prohivida, la de vidas inhividas
llave ahora manchada de una beard-ad ocultante de ese halgo que ahora exivo
 
(¿Ves que corre a nuestro encuentro un galgo vivo?)
 
Y ¿ves que ‘puestaz’ es el camino raro de mi lengua (de tu lengua) en el paladar
el camino que conduce a esas /puertas/
que ói, al fin,
      oímos abrirse para desde su umbral desir sin traba
para enunciar de-sí el todo:
 
—Mi fiel ermanah, ¿ves a laguien bienir?
    mi fiel ermiana, ¿vhes
 
—ah::veo el sol verdeoar, sí
y a la hierba mur mur mur mur, que miurmurA

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