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EL CANTO DEL CISNE

En ese beso entregado entre el pecado y la santidad,
mis horizontes lúbricos de amor… Perdí.
Yo que al fin quise recorrer tus caminos de libertad,
solo el rubor de tu abandono descubrí.
 
Yo que cante canción de surcos en la tarde,
canción de siembra, canción de tierra húmeda,
hoy solo cantos lamentos de tierra ensangrentada,
la canción del olvido de hombres de arcilla.
 
Yo que te amé con el instinto de un potro salvaje
cada vez que recorrí palmo a palmo tu cuerpo.
Yo, que cruce ríos y quebradas
Para anidar mis poemas en tus montañas.
 
Hoy, me estoy muriendo sin tu pan y sin tu vino.
¡Oh! Gaviota del aire que amas el viento eterno,
gaviota del mar que cúpulas sobre espuma de plata,
olvidaste que por ti, de sueños me estuve privando.
 
Cristo mío…
En vías dolorosas que justifican tu muerte,
la luna abre paso a mi alma caminante.
Y un hombre flaco con aires de misantropía,
me escruta con la mirada y la mueca oblicua.
 
Y en esta noche batida por el viento,
al igual que yo, el ignora su propia ruta,
ignora mis inclinaciones revolucionarias
por insurgir contra la suerte injusta.
 
¡Cristo! Si por estos vaivenes pierdo la razón.
También el último beso que jamás te di,
es causa de mi hora extrema y hoy lo sentí,
cuando medí la altura de póstuma oración.
 
¡Oh! Que disturbios en el dado del jugador.
En esas noches traicioneras de la mujer.
En los límites del amor, en las arrugas del ser,
y en ese afán conspirante  de querer verte llorar.
 
Madre…
Tú que siempre estuviste hilando mi destino
en la rueca inseparable de tu bendita mano.
Tu que me inspiraste cósmicos poemas de amor…
En las pautas de tu dolor… permíteme cantar.
 
Quiero que el hombre y la piedra sientan que te amo.
Que ilumines el mundo con tu fe visionaria.
Quiero en tus ojos la alegría de la hierba
y en mi pueblo de un Jacinto vasija de barro, su canto
 
¡Canto de cisne! Que tiende sus alas a la libertad,
de cisne rebelde con sueños de equidad.
Canto que alivie del mundo todo su dolor,
el canto del roció crepuscular… A la flor.
 
Y ya nunca más canto con hambre y miseria,
no más llanto ante los ojos de quien oprime.
Recuerda que yo crecí contra el mismo viento…
Recuérdame con la sonrisa, de mi mejor momento.

POEMA 1 DE 100

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