Consejo de Don Colin
Un pequeño romance sobre los consejos de un sabio
Dios infinito te ama, no le importan tus males y pecados… solamente tu calma, que arda en ti su llama y así, manso se torne el asno.
1. El amargo pecado que apartó a Eva nuestra madre, aquí el mal encarnado viviendo en lo amargo, heredado también por nuestro padre…
En sol íntegro, impureza oculta, fornicación encogida, mal hablar callado. En luz habitemos,
1. ¡Oh buen maestro! Jesús, mi sepulcro, mi vida, mi sostén, mi todo y mi señor; quiero amarte, servirte, alabarte. 2. Mi altísimo cristo,
Antes feliz en tu presencia, corazón contrito lloraba, en amor eterno gozaba, sin ver alguna decadencia. Ahora existo sin vivir,
No sé si quiero escribir, pero real, me siento mal, ¿por qué lo he de negar?, ¿por qué me he de mentir? Yo pensar en nada quiero,
Diversas las maneras, cualquiera sea tu caso, en dar gloria sin igual, sea sentado o caminando, en el templo o en el campo,
El invierno me acogió, miserable a como soy, me detesto y aborrezco porque nada me merezco; mucho menos ser feliz,
Paciente en tu morada, confundido de verdad, entre tanta ambigüedad, si empuño yo tu espada, de lleno voy a la batalla.
Vida me ha hecho nada, sin carga en la espalda, ¿qué peso a temer?, nada por quejarse, por todo agradecer.
¡Pequeña consentida! que llama mami a mi abuelita, eres un torbellino de amor y sonrisas, te adoro sobrina favorita.
Bendiciones padre eterno, y en unidad con tu espíritu muramos por ti a nosotros; apaguemos la luz tenue de la ignorancia absurda,
Cuando aceptes Su Voluntad, no la tuya y menos mía, ni la de papá o mamá; algo en ti cambiará, y aquel firme malestar,
¿Cómo expando tu reino a mi hermano el pobre, que todo ha perdido y de ti se ha ofendido? Si tu me has consentido
Hay noches como hoy donde no te extraño, quizá esté mal pero no es engaño, miro sorprendido