Recuerdo, instante enmarcado en la memoria.
Olvido, momento que se diluye en la identidad.
La vida se expresa día a día en el yo,
ese yo que muchas veces olvida que es sujeto.
Existe, sin saber que alguna vez nació.
Se vive de tal modo que nunca se reflejó
en el escaparate de la tienda de recuerdos.
Esa estantería llena de voces y anuncios
que avisan que algún día habrá amor.
Espero y espero, y entre más tiempos, más sueño.
Somos las vigas con las que se da la historia,
pero entregamos la vida a otro dueño,
pues no somos propietarios de nuestra experiencia.
Algún día miraré a la ventana y pensaré:
“¿Qué fue lo que me pasó?”
“¿Qué fue lo que nos sucedió?”
“¿Quién fue el que me mató?”
La respuesta es solo una: fui yo.