#Españoles
El último salvavidas al que suelo agarrarme en estos casos, el teléfono, hoy tampoco me sirve.
Te veía llegar, cruzar la puerta, darme un besazo en el morro, mirarme a los ojos
Lentos por las aceras, inmóviles en las repisas, aovillados
Tendría alrededor de ochenta años, estaba atascada en un semáforo, como un barquito de vela bajo la tormenta,
No es que moleste en sí, pero cuesta acostumbrarse. Eso de que vayas por ahí
Es inútil buscarlo. Cuando menos lo esperas, aparece en un bar. Y ya nada es igual en adelante. Un día tocas los dientes de la gloria,
Como el viento que encuentra una rendija y se cuela en la habitación y lo desordena todo libros
Alegra esa cara, hombre —dicen, dándote una palmadita en la espalda–, hay que ser más
Ya poseemos casi todo lo que nos iba a hacer felices. Puede decirse
Como a veces nos viene a la memoria algo sin importancia que dejamos para el día siguiente
Uno siempre espera que suceda algo, que algo bueno suceda, algo que le dé un giro brusco, un empujón, un bandazo
Llegan y se van sin hacer ruido —como buenos clientes—, luego el tiempo los confunde
Enamorarse es fácil. Uno puede enamorarse —sin demasiado esfuerzo— varias veces al día, a nada
Nunca lo he visto antes, pero conozco a ese hombre. (Si me acercase, distinguiría en sus ojos
El futuro es vuestro, chavales, decían, como quien te dice que te ha tocado algo,