Mi condena por amarte
es estar siempre a la espera
de tu llamada y estar solo.
Mi condena por amarte
es cumplir la promesa a mis hijos
de no abandonarlos.
Es este vacío en el diafragma,
estas noches de ojos abiertos
o cerrados, igual te veo
y te siento respirar a mi lado
encarnada en otro cuerpo.
Es esta muda palabra que a veces
se refleja en mi pupila, traicionándome
y obligándome a mira al suelo.
Mi condena por amarte
es masticar la palabra silencio
para que hecha trizas
nadie sepa lo que miento,
lo que escondo, lo que siento.
Mi condena es sólo eso:
masticar la palabra silencio.