Henri García Jaramillo

LOS SILENCIOSOS

Entre otras rarezas
me caen bien los silenciosos.
Aquellos que pecan
por hablar menos de la cuenta,
los que no gritan,
los que demuestran
que la boca cerrada dice lo suficiente,
los que no discuten sobre una verdad,
porque la verdad no necesita de intermediaria
a la lengua.
La lengua, para ellos,
se expresa mejor al contacto de otra lengua,
de un pezón, de un pubis,
de una fruta madura.
Los silenciosos no se meten en escándalos,
no van a las manifestaciones,
son los más pacíficos de los seres,
se salvan con esto de la cárcel.
El silencioso traga sus gritos,
por eso sufre de un constante
dolor en la garganta.
El silencioso ama más los atardeceres
que los amaneceres,
Se levanta tarde y su bostezo
es un grito en contra de las almohadas.
Los silenciosos vagan por el mundo
solos,
no se hayan, se temen,
se esconden de sus similares;
una pareja de silenciosos
nunca termina conociéndose,
no se casan entre ellos.
Los silenciosos sólo dicen lo preciso,
sin rodeos.
Son expertos en resumir el mundo.
Si tienes un amigo silencioso asiente
cuando te invite a pescar,
la pesca y el ajedrez
son sus deportes favoritos.
De vez en cuando
acéptale una invitación a caminar
cuando la gente duerme
y dile que lo aprecias sin hablarle,
con dos palmadas en la espalda;
él sabrá decirte un “también”
con una sonrisa taciturna.
Porque hay paz en su compañía
y la paz, la tranquilidad, el equilibrio
y la sabiduría
se nutren de soledades,
me caen bien los silenciosos.

(2014)

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