Qué gélida noche en la habitación de mi apartamento; todo está en silencio y a oscuras. Es el sentir del cambio de estación; la tristeza invade el corazón, la mente se nubla y el sentir se torna gris. Sí ese sentir, el invierno ya está aquí. Es inevitable el paso del tiempo, el cambio de sucesos, la cercanía de la lejanía y las lágrimas que recorren las mejillas. Es difícil evitar que la nostalgia invada tu mente, acompañándola con jazz, blues, soul o alguna balada del ayer que te haga vivir lo que no quieres sentir. Con una taza de café o chocolate empiezo a escribir lo que no puedes decir; es como una conversación plasmada en escrito por este servidor. ¿Cómo estás? Es la pregunta por la que empezar. Inmediatamente sale un “no sé”; es algo raro: unos días estoy bien, otros me siento raro, unos estoy en plenitud y en otros estoy muy abajo. Pero en mi rostro no se refleja ni una pizca de mi tristeza; es más, nadie piensa que mi corazón late en sufrimiento, mi mirada perdida en el firmamento, mi voz quebradiza por el dolor, y sobrellevar el día a día me causa tanto pavor. Es tan irónica mi vida que no sé cómo catalogarme, si como una persona feliz con muchos eventos tristes o como una persona triste que sabe tener momentos felices. Sin embargo, en mis momentos de felicidad hay algo de nostalgia y alegría incluso en mis peores días. ¿Cómo te sientes? Algo caótico, a ser sincero; mucha turbulencia llevo por dentro, es como un volcán a punto de explotar, pero el mantenerse cuerdo es lo que hace más duro este proceso. He pecado al tener que tragar muchas cosas por evitar conflictos, pero qué ingenuo fui, porque terminé hiriéndome a mí. ¿Qué es lo que harás para sanar? Aún no tengo una clara respuesta; es un proceso de reencontrarme, de ir hacia lo desconocido y volver distinto. Perdí mi rumbo por un instante, pero es momento de cambiar de orilla y buscar una “salida”.