Delante de la cama hay un espejo.
Con frecuencia, al no poder dormir
por el insomnio, me levanto,
volteo hacia el espejo
y miro dentro de él:
Ventanas herrumbrosas donde asoman
nubes rojas y estática de radio,
rosas tiradas por el suelo y sombras,
desde una realidad más empañada
que los mismos sueños.
No, no voy a encender la luz.