Crónicas de una princesa II
Destrozada, recogiendo pedazos de un amor imposible,
me sostuve en los brazos de un rey tan terrible como invisible.
El rey, justo y cruel,
ante la princesa de porcelana,
se despojó de su armadura llana,
mostrando las cicatrices de su ayer.
Hechizó a la princesa con su lealtad incondicional, adictiva, y banal.
Desbordó con caricias las heridas,
pero nunca dejó de ser rey,
gobernaba hasta las sombras.
En su intento por proteger,
tiñó de miedo el corazón de la princesa hastiada.
Lo que antes era amor, se convirtió en terror.
La princesa un día se rompió,
el desencanto reveló el maltrato,
hilarante sonrió a su destino.
Agarró sus trozos de porcelana,
y decidió abandonar su morada.
Sangrante ahora recorre las calles urbanas,
esperando a oscuras,
la luz del nuevo mañana.
Préféré par...
