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No era

No era la inteligencia callada
ni la temperatura de tus manos
no recuerdo ninguna palabra
no fue tu nostalgia, ni tu gato
(olvidado en algún ropero)
no se trataba de tus huesos o cabellos
tampoco tu ordinaria sepultura,
ni el desaliento fatalista por el mundo,
no tus capítulos leídos, ni dedos
tampoco verte fumar o besarte
no tus pies pesados al caminar...
 
Eran tus ojos, los que nunca me miraron.
 
María Cayo.

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