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Él

Él se anida en mis noches,
al final de los ojos cerrados
me encuentro a su lado,
y borro los días más tristes
dibujo luciérnagas en el aire,
y siento la aburrida calma,
soy anzuelo de un beso que pasa
y el silencio, gato de azotea
vigila el movimiento de la vela.
 
Ese hombre no lo conozco,
y trepa mis muros, respira
su sombra hace varias figuras,
desprendidas de mi miedo.
 
Él canta cualquier cosa,
arrastra sus pies por el pasillo.
Murmura que tiene hambre.
 
Sospecho que duerme conmigo,
pero no lo veo, no tiene alma,
vivimos bajo el mismo techo gris
y al soñar, sigo insomne, despierta
pienso en el desayuno y la plancha,
me vence el frío y viajo lejos,
hasta que otro hombre común,
me roza el aburrido gesto...
me dice “buenos días, mujer”.
 
María Cayo.

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