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El globo

Hace varios otoños,
que solté el único globo
lleno de aire y suspiros
que quedaba en mi mano.
 
Se perdía suave y dócil
como el sueño de insomnes
y mientras se alejaba,
el sol encandilaba mi paz,
con la esperanza triste,
de saber cómo soltar.
 
Con los brazos arriba,
me sentí tan libre y solitaria
lejana, perdida, pequeña
de lo que fuera caricia y beso
encerrado en un recuerdo
colorido de nada, como helio.
 
María Cayo.

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