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EL día, una rosa blanca. La noche, un caballo negro. (La tarde, una mariposa que ha detenido su vuelo.)
Aserrín Aserrán. Puñadito de violetas, limoncito verdemar, anillito de corales.
Nombres tuyos, nombres míos, que recibimos de ayer como el agua de los ríos y que debes conocer: Bejucos de la Perdiz,
La garcita campesina polainas de tierra y alitas de harina. Pañuelo al viento se ve la garza.
Yo tengo un sombrero alón donde cabe un aguacero, y botas que reconocen los caminos del vaquero. ¡Qué bien te sabré domar,
El oro de la tarde tiñe la copa de una vieja yagruma quieta y sedosa. Duerme cansado el viento
Ahí viene la gata de María Ramos, que tira la piedra y esconde la mano. Tírale una
Camarada del sapo, del río hermana, amiga de la piedra, nieta del agua. Nieta del agua
Al mediodía, cristal el agua, cristal las hojas, cristal el día. Cristal, cristales,
Moterita de madera llena de polvos de arroz, con tapa de cristal fino y la mota de plumón. ¿De quién será la motera
Siete relojes, siete semillas, siete pelotas y una sombrilla. Siete burbujas,
En el mar se ve a Camilo sobre un caballo lucero; viene al frente de la tropa, de capitán del recuerdo. Trae ejércitos de rosas,
De parte del aguacero que cubran con un paraguas al retoño del almendro. El coralillo rosado debe prestar atención:
En primavera, nidos y flores. En el verano, lo aguaceros. En el otoño, las hojas secas. Los aguinaldos en el invierno.
En Playa Larga, el uvero, como homenaje al valor de los niños artilleros, ya no florece en febrero: en abril abre la flor.