Si tengo suerte de tener un hijo, le contaré la suerte que tuve de encontrar a su madre y la mala suerte que tuvo ella de tropezarse conmigo. Le diré que la suerte está en sentirse afortunado, y que, por tanto, el mejor regalo que se puede dar es ser agradecido. Le enseñaré que la suerte es la excusa del perdedor, pero también el premio del resiliente. Le diré que la suerte no es aleatoria, que es la sucesión de sucesos aleatorios en los cuales podemos intervenir. Le haré ver que siempre será querido independientemente de quien decida ser y que eso es casi todo lo que le puedo ofrecer. Le diré que él no es cuestión de suerte, pero aún es la mayor suerte que he tenido jamás.
Con suerte el fracaso le hará creyente, ojalá no me haga caso y descubra por él mismo quien es suerte y quien castigo.
De mi libro "Desde la azotea"