Cargando...

Itinerario 16

La bondad de Pille-Riin

No sé si quiero escribir,
pero real, me siento mal,
¿por qué lo he de negar?,
¿por qué me he de mentir?
 
Yo pensar en nada quiero,
ya mis lágrimas no salen,
al fin que ellas nada saben
de un capricho pasajero.
 
No creas que me desanimo,
parado en la brecha sigo,
pero sí me desconcentro,
de los planes de mi Eterno.
 
Y feliz me lo repito:
no creas que me desanimo.
¡Bienvenida Tú seas!
cándida hermana Tristeza.
 
Y de ti, mi Plan Divino,
yo por nada me retiro.
Mire Sultán ¡aquí sigo!,
deme llanto o abrigo.
 
Su Real Majestad,
herrero de finas mieles,
fórjeme pues en su temple,
hágame a usted, mi Verdad.
 
¿Cree usted que voy a dudar?
¡No! Mi amor y consuelo,
sus lecciones son tan duras,
pero en su fuego quedo.
 
Si usted gusta llegará:
dócil, mi hermano Consuelo;
firme, mi hermano Tormento;
tenaz, mi hermana Verdad.
 
A quién Tú mandes papá,
con amor voy a recibir
y mi corazón abrir,
da la orden nada más.
 
Finalmente es vanidad,
porque aún el compartir
es un deseo cruel y ruin,
sin su orden, mi Majestad.
 
Es el ego de quien da,
y sufriendo quien recibe,
de amor harto que percibe,
por eso es vanidad;
 
y por ello humildad.
Aunque es desconcertante,
entender este percance:
Caridad hay en no dar.
 
Y no dar es esperar
el momento adecuado
de dar todo sin cuidado
a orden de su Majestad.
 
El océano calmará,
el sol se ocultará,
y la lluvia cesará,
cuando mande mi Sultán.
 
Aquí me tiene Doctor,
mire usted bien las llagas,
y así bien observadas,
deme alivio o aflicción,
¡Bálsamo de Fierabrás!,
mi secreta devoción.

Preferido o celebrado por...
Otras obras de Omar Rasgado...



Top