En días claros y brillantes,
cuando el sol acaricia la piel,
la vida puede tornarse gris,
y el corazón sentir un cruel desdén.
Las risas se apagan en el viento,
las sombras se alargan sin razón,
y en medio de la luz del día,
se oculta la tristeza en el rincón.
El cielo azul no siempre consuela,
ni el canto de los pájaros al amanecer,
pues el alma lleva sus propias tormentas,
que ni el sol puede desvanecer.
En días claros y brillantes,
la melancolía puede surgir,
recordándonos que la vida es frágil,
y que el dolor también puede persistir.
Pero en esos momentos de sombra,
cuando la tristeza nos quiere vencer,
recordemos que tras la tormenta,
siempre hay un nuevo amanecer.