En la niñez, los sueños vuelan alto, castillos en el aire, sin ningún sobresalto. Ser astronauta, héroe o capitán, en un mundo de fantasía, donde todo es posible y más.
Pero llega la adolescencia, con su marea, realidades duras, que el alma golpea. Frustraciones nacen, en cada rincón, donde los sueños de niño, encuentran fricción.
El corazón joven, lucha por entender, por qué los sueños cambian, al amanecer. Pero en cada desafío, en cada caída, se forja el carácter, se aprende la vida.
Y aunque las frustraciones, a veces, pesen más, los sueños de niño, nunca se van. Siguen ahí, en el fondo del ser, esperando el momento, para renacer.