Puesto que escribo de madrugada;
el mal hábito, de costumbre
reconoce mis defectos;
no dormir pesa más
en el caos de mis noches.
De vigilia mi mundo,
y palabra por palabra
a pulso,
el vacío existe.
En todas, salvo en una, la salida tiene precio de jornalero.
Ya sin intrusos que atrapar, en mi escritorio;
y desde un reloj inmenso, en la pared,
atranco la luz y el portón de la imaginación.
De silencios y volver a caminar
en valle de recuerdos,
obra por voluntad propia.
Que en la oscuridad, mi nombre es otra sombra.
Nunca olvido, el amateur que soy, en este oficio.