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Raíz bruja

La vasca le dicen a mi abuela, y se llama Helena, como mi madre. Yo no me llamo Elena con h ni sin. Pero siempre me sentí media bruja. Las vascas que eran brujas fueron quemadas vivas en la hoguera en el 1600 y algo. Su gran herejía, la libertad, el saber de los yuyos y la sanación. También el poder de cambiar los destinos, y la locura y el baile después de enredar su mente con hongos del lugar.  De niña me sentaba y le pedía a la abuela que nombrase sus apellidos. Mariluz es el más lejano que se acuerda, Nerina mi prima rebuscando encontró ese apellido en una de las brujas que fue arrasada por la inquisición y el catolicísimo. La abuela sigue sin entender muy bien su historia, y no tengo nada para explicarle. Pero siempre la vi, como una bruja libre y decidida. Como una de las mujeres que los apostólicos romanos a los que venera tanto, no pudieron atropellar. Veo a la bruja más allá del cuentito que nos hicieron, de las narices aguileñas y las verrugas en la cara. En los yuyos que se toman, en los plantan con las que cura mi madre, y en los apellidos que, aunque  transgiversados, nos cuentan algo de nuestra historia, un pedacito de raiz. Pa pisar más seguras esta tierra.

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