Podríamos danzar eternamente en nuestras
ceremonias
de vasos vacíos,
podríamos entregarnos al lento arder
de la noche rota,
huírle sin pena al desencuentro,
irnos bien allá
donde las calles nos salpiquen
con su ciudad de espejos.
Podríamos ser vos y yo,
solos, solos ante
nosotros,
solos ante nuestro gran imperio
florido;
vos y yo ante la vida,
vos y nada más, vos
y basta.