Hay algo de vos en mí
cuando la noche abre sus alas
y el sueño me rehúsa.
Hay algo,
un arrabal durando en la memoria.
Quisiera ese algo;
volver poema verdadero ese arrabal
pasado,
reclamarlo, egoísta,
al goce de mi vigilia.
Mi arrabal era centro,
era mandala,
de la gran ciudad melancólica.
Tanto te quiero.
Siempre fuiste un símbolo
dispuesto a fingirse,
con tus esquinas,
tus veredas y el parral.
Aquí estoy, tonto,
tratando de dibujarte
con mí perfecta inmadurez
de poeta,
tratando de mentirme nuestra cercanía
ignorando la llanura de distancia
que nos dispersa.
Aquí sigo,
te dibujo como una especie de flor
mal hecha,
una flor ya sin centro;
en tus pétalos creo entrever mi antigua cara,
la cara de la infancia,
la forma de mi rosal profundo.