Léase como prosa
Estoy quietito en la cama, repaso perspicaz mi pierna izquierda, simulo con mis dedos pequeños humanos, piecitos andando por ahí, miles de hormigas construyendo laberintos en mí muslo.
Río. Miro fijo la pared que tengo en frente, blanquísima y estrellada de inconstantes lunares de humedad. Una lóbrega luz escupe por la ventana el cielo gris, sin jazmines ni luna.
Calmas las nubes ya no llueven.
Hay dos plantas lozanas, un tesoro perdido y lleno de polvo que reposa ausente en la repisa borravino. Hay también un girasol que con el paso de las lunas se va abandonando, poco a poco, perdiendo deformes pedazos de cuerpo, tallitos verdes y flores mustias.
Parece que a su vez el girasol entiende la vida.
Eso, ir perdiendo lo que somos para llegar a ser. Repite eso hasta que un día tengas la suerte de morir, y entonces serás al fin. Estampa papelitos en las prisiones que fuiste construyendo en torno a ti; algún día la vida romperá ese sordo cristal. Sigue la gran dialéctica, escribe hasta rasgarte el alma (y perderla); quizá alguna tarde seas feliz sin ser.