Poema de adolescencia
Duérmete, niño, duérmete, duerme... ¿Qué tienes, niño, que no te duermes? —Madre, yo quiero
En las dos largas filas de escolar… solemnes, al pie de la bandera, tú la primera, yo el primero. No supo nadie, ni maestro ni alumno aprovechado,
¿Dónde están las espadas de aserrí… y el amplio abrazo de la soledad? ¿Dónde están las espadas? Buidas en sus lechos (el haz con que me anulas,
Sobre la tarde cayéndose, sobre la noche naciéndose, de pie, sobre una colina, hay un hombre. Rostro duro y cuasi cuadrado,
Yo no grito. Tampoco guardo silencio. Soy lo que arde cuando todo se ha apagado. No he prometido salvación.
De ese cuadrado azul cuelga una ro… Y una curva, y un arco, un infinit… (el ojo de los cíclopes los sostiene con vuelo suspendido)… La rueda de los sueños gira, gira;
Me salvé por tus pechos del destie… y para la multitud fui recobrado. ¿Quién me arrojaba témpanos de hie… Si algo queda, queda lo ignorado.
—¿Y si despierto? ¿Y si me inundo de grácil brillantez —de ruidosa mudez— en la redonda noche?
El fantasma Miguelito ya no tiene quien le tema cuando baja, cuando sube, cuando mueve la escalera.
Y contento te marchas si tu poema ha quedado grabado sobre la piedra. Siglos vienen volando
Dase tu cabalgata desde el hombre… y el Sur y el hombre caben en tu c… Hablas y que tu voz resuena como proverbi… Se dio por puesto en foja de escri…
—Ya nunca blandiré palabras ni emo… Me iré a dormir muy lejos del jard… Transformaré mis armas: las fundir… me haré yo la medalla para grabar… ¿Por qué me anduve siempre fijando…
Todas las historias pueden ser heroicas o deplorables, según el juzgador. Según se cuente, habrá hundimiento o vado
Por lo chato del mundo, por lo vulgar, hablan solos los sabios, dedo pulgar. El discurso del necio
La salve salta a los aires... y yo me anudo a tu cuerpo. Una loca boca sopla las redondeces de un cuerno. ¡Ah, negra! Pobre y desnuda,