Siempre un querer escapar de las horas como ojos en la penumbra
miedo de nombrar la palabra muerte y hallar consuelo
La voz que llama a través del azul espejo
para petrificar a los enfermos y dulces sueños
tan irreconocible e intraducible dormida en tu voz
Pero solo estoy en el enorme vacio de mi mirada
en el antiguo jardín de las inocencias
y solo queda esconderse cuando la noche es un gran dragón
dispuesto a lamernos las rojas heridas
No puede ser que su presagio oscuro sea cierto
que las nómadas sonrisas se amontonen en el vacio
Aún en el amor perduran los ecos
la voz que llama en el paisaje del amor
es la herencia de la muerte
el despertar del dios muerto
la ausencia infinita