Húmedos y rojos
están tus labios
y llena de saliva
toda tu boca.
Algo que entra
en ella hace que rebose
como un río desbordado
y la saliva resbala por tus pechos.
El pelo de todo
mi cuerpo se eriza
y mientras sostienes
algo con los dientes
dibujas una mueca
que no llega a sonrisa.
De repente algo
estremece mi cuerpo
y el objeto
vuelve a entrar,
como un manantial
el agua baja
por barrancos,
los barrancos de
tus pechos perfectos,
cuyos ningún cirujano
podría mejorar o
un escultor esculpir.
Que virtuosismos el
de tu boca mágica,
yo estoy paralizado
y tú tragando ahora
algo más que saliva en
tu boca, vuelves a sonreír.