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Fácil

Quererte de nuevo podría ser tan fácil,
como volver a la escuela el lunes por la mañana...
como subir la cuesta más empinada una vez que has venido en bajada...
como retomar en lengua extraña aquella lección de la que apenas entendías alguna palabra...
cómo dar esa última bocanada en medio del mar, sabiendo que cerca sólo hay agua...
como callar el clímax del placer largamente anhelado, para que nadie escuche nada...
como desnudarme a plena luz frente a desconocidos una tarde o una madrugada...
cómo darle un beso a un niño que te pisa con fuerza los zapatos nuevos...
como reír cuando algo te ha desgarrado las entrañas...
como soñar cuando las certezas se caen abigarradas...
como desdecir tus propias mentiras una vez que has conseguido lo que buscabas.

Quererte de nuevo, sin creerlo, es el reto que nunca acaba.

Que a cada instante se gasta el sortilegio y queda atrás lo que soñaba, para ser reemplazado por realidades inesperadas, distintas, de otro matiz, de otro cariz, de otra forma, casi siempre desordenada.

Quizás sea difícil, quizás no sea nada...
tendré que intentarlo, una vez hecho, sin saber cómo quedó deshecho, es cosa de hilvanar por la marca. Retomar lo viejo vivido que llevaba a las caminatas agradables acompañada y cruzar las calles por los pasos de cebra con coartadas para el alma.

Quererte de nuevo, una vez todo se ha ido, es cuestión de decidirlo y de no echar atrás la mirada.

Me retuerzo en mi destino, sol oscuro sin luna ni estrellas, sol maldito de viejas rutas. Sólo quedas tú, estrella de luz oculta, diosa poderosa, imploro tu magia para arrastrar las tristezas de lo perdido y lo hundido a donde no llegue ni la nada. Diosa amarga, esconde en meteoritos frágiles el veneno que emponzoña la remontada.  Descubre y saca a flote aquel tesoro oculto en lo profundo, que yo estoy sin escafandra. Haz que vibre en mí el regalo de siempre poseído, aunque solo atine a devolver lo que de siempre encontraba. Hazlo tú, que lo que mis manos excavan es
Repujado cofre con el llanto del hijo del que no sabes que le pasa...
Cuerpo exangüe del animal que anida en rama quebrada, en cueva húmeda, en mala temporada...
Dolor inscrito en grito sordo que no expresa la angustia desde la que canta...
Llevo pesada toga maldita cubierta de brillos, colores llamativos, púas y espinas, que de la perdida felicidad es la mascarada.
Lleva tú tras esas altas montañas la sensatez y los recuerdos, entiérralos en tierras raras... que no crezcan los sinsabores, que apenas aparezcan las plantas.
Yerma y frágil sea la tierra refugio de la tumba de las verdades que nos acaban.

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