Xanti - Bré

“Zagal y Zagala de la Sierra”

Dicen qu’en la sierra, allá por los altos de Treveju,
cuando el viento enrrisca las copas del roble y el piornu,
vivió un zagal de nombre Rodriguín Corderu,
hiju de ganaderos, de esos que suda con el burro
y masca el pan duro sin quejarse ni un segundo.
 
Era recio como el jaral, y morenu como el carbunu,
con la mirada apretá y el corazón como un musgu.
Y ella... ay ella...
era la María Luz de la Cruz Monterrubiu,
zagala fina, con manos de cosé
y alma de resistil el frío en la sierra sin mantu.
 
Nacíu él en Eljas, ella en Robledillu de Arriba,
donde’l sol besa’l monte antes que’l día se rinda.
Pero ¡ay, ay! Que sus familias eran como gato y chiva,
que si los Corderu dijían blanco, los Monterrubiu negro decían,
y se enredaban por una acequia, una vaca,
o por ver quién llevaba’l santo en procesión por la vía.
 
Mas el amor, ya ves, no se apega a los rencores,
y estos dos muchachinos se vieron con temblores
una tarde de siega, con el sudor en la frente
y la juncia floreciendo entre los dalles y las hoces.
 
Se miraron callaítos, con las almas espelías,
y fue allí onde empezó la historia de las dos sangres partidas.
Se encontraban de escaqueu,
detrás de las bardas, baju’l moral de la eras,
y con cuatro palabras y un beso a escondías,
se curaban las penas que les ponían las familias.
 
Pero los viejos son de piedra,
y uno de esos días, con luna redonda y clara,
los vieron bailando la jota en la plaza de San Clara.
¡Armaron la de Dios es Cristo!
Gritaron, lloraron, ¡qué vergüenza! ¡Qué pecado!
—“¡Una Monterrubiu con un Corderu! ¡Esto es desvariau!”
 
Y el padre d’ella bramó como toro vendíu,
y el d’él dijo que eso era más malo que no haber nacíu.
Mas el zagal, con voz fuerte y sin temblar la rodía,
les espetó:
—“Yo la quiero, y la querré mientras me dure la vía.
Si la Sierra me niega, me la llevo a escondías,
y si el mundo me juzga... que me juzgue la encina.”
 
Y la zagala, que era de moñu pero no tonta,
le dijo al padre con voz rota:
—“Si no me dejáis querelu, no como, no coso,
no crío cabritos ni arreglo la ropa.”
 
Pasó el invierno con frío y rezos,
y llegó la primavera con flores y un poco de juicio,
y la madre del zagal, que era de buen sentíu,
fue y habló con la otra, en bajinas, en el lavadero del río.
 
Y mira tú por ónde,
tras tanto barullu y tanto aspavientu,
les dieron un pedazu de monte, allá cerca del puente vieju.
Montaron chozu con laurel y adobe,
plantaron cebollinos, gallinas y lechuguinos,
y a la lumbre del hogar, en cada lecho de invierno,
fueron naciendo tres zagalinos,
más guapos que un ramo de jara en mañanita de enero.
 
Y hoy, si pasas por la sierra y ves dos viejos en el bancu,
él con boina y ella hilando,
sabrás que son Rodri y la María Luz,
los que vencieron al orgullo, al qué dirán y a la cruz,
pa vivir su amor en la sierra
con tos sus fuegos y su luz.

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