Xanti - Bré

La Casa Queda Vacía

Ya nun suena el portón crujíu,
ni los gallos cantan al alba,
ni la madre grita:
“¡arriba, que se va l día, zamarros!”
 
El corral ta lleno de ortigas,
la tinaja seca
y el humo de la chimenea
ya nun sube al cielu.
 
La vieja casa,
la de piedra vieja y sangre enterrá,
quedó muda.
Los mocinos se fueron,
pa la ciudad,
pa Francia,
pa onde fuera que paguen más que el campu.
 
Y los viejos,
uno a uno,
se fueron apagando,
sentaos junto al braseru
con la mirada perdía
en la foto del nietu que nun conocieron.
 
Ahora queda solo el eco.
El eco de risas que ya nun vuelven,
de pasos chiquinos,
de nanas entre lágrimas.
 
La mesa sigue ahí,
coja de una pata,
como la vida que quedó detrás.
Y en la alacena,
un cazu de barro con polvu de dos inviernos.
 
La vecina de al lau va a velar la casa.
Sube de vez en cuando,
abri la ventana pa que respire el aire vieju,
y le reza un padrenuestru
por si aún queda alma que escuche.
 
—“Esta casa tení alma,
y se murió de soledá”—
dice entre dientes.
 
Los inviernus aquí
no matan solo de frío,
sino de recuerdos.
Y cuando una casa se queda vacía,
nun muere el tejau ni la pared...
muere un linaje entero.
 
Pero en la pared,
colgá como un milagru,
queda una medalla de San Antón
y una postal de un hijo que nunca volvió.
 
Eso basta.
Pa que,
cuando el vientu ruja por la rendija,
parezca que alguien vuelve
aunque sea de mentira.

Este poema aborda temas profundos de la soledad, la desaparición de un modo de vida tradicional, y la conexión emocional con el pasado. A través de la figura de una casa vacía, los objetos que quedan atrás y los ecos de un tiempo que ya no regresa, el poema ofrece una reflexión melancólica sobre la memoria, el desarraigo y la pérdida.

1. La desaparición de la vida cotidiana:
El poema inicia con la ausencia de los sonidos familiares de la vida diaria: "Ya nun suena el portón crujíu, ni los gallos cantan al alba, ni la madre grita". Estas imágenes de la vida rural tradicional, que se identifican con el trabajo y las rutinas familiares, ya no están presentes. Esto simboliza el fin de una era y la desaparición de las costumbres que antes definían el ritmo de la vida cotidiana.

La mención del corral lleno de ortigas, la tinaja seca y la chimenea que ya no humea refuerza la imagen de abandono y decadencia de un espacio que antes estaba lleno de vida, actividad y calor familiar. Estos elementos físicos se transforman en metáforas de la desaparición de la vida misma.

2. El éxodo y el abandono:
"Los mocinos se fueron, pa la ciudad, pa Francia, pa onde fuera que paguen más que el campu". Este verso refleja la migración de las generaciones más jóvenes en busca de mejores oportunidades económicas, dejando atrás sus hogares y tierras. La referencia a "Francia" es un símbolo común en la poesía de migración, aludiendo a la emigración de muchos trabajadores rurales que se fueron a otros países en busca de trabajo.

La casa, que representaba la vida y la identidad de una familia, se queda vacía, y con ella se desvanece una forma de vida profundamente vinculada al campo. El éxodo de los jóvenes y la desaparición de la generación mayor marcan el fin de un ciclo vital y cultural.

3. La soledad de los viejos y la muerte de la tradición:
Los viejos "se fueron apagando" en la casa, "sentaos junto al braseru", mientras "la mirada perdía en la foto del nietu que nun conocieron". Aquí se dibuja una imagen de tristeza y resignación: los ancianos, que ya no tienen fuerzas ni oportunidades, se van apagando poco a poco. La foto del nieto simboliza la desconexión entre generaciones, donde el cambio y la migración han distanciado a los jóvenes de sus raíces familiares.

El poema subraya la desaparición no solo de las personas, sino también de una forma de vivir que estaba profundamente conectada con la tierra y la tradición. Los ancianos, como guardianes de esa tradición, se quedan en la casa esperando una conexión que nunca llegará, ya que los jóvenes se han ido y la casa, al igual que ellos, ha perdido su propósito.

4. La casa como símbolo de la memoria y el linaje:
La casa vacía se convierte en un símbolo de la memoria perdida y el olvido. "Ahora queda solo el eco" de lo que alguna vez fue, evocando el sonido de las risas, los pasos de los niños y las nanas. Sin embargo, este eco está impregnado de ausencia, ya que esos momentos felices ya no pueden volver.

La imagen de la mesa "coja de una pata" simboliza la fragilidad de lo que queda atrás. La mesa, un objeto fundamental en la vida familiar, refleja la vida que "quedó detrás", ya no completa, ya no funcional, como la propia familia que se ha desintegrado con el paso del tiempo.

5. El vacío emocional y la soledad del final:
La vecina de al lado, que sube de vez en cuando para abrir la ventana y rezar por la casa, representa el último vestigio de conexión con el pasado. La vecina es la que aún mantiene un vínculo con lo que queda, aunque sea de manera simbólica. Ella reza por un alma que quizás ya no está, pero con ello preserva el último vestigio de humanidad en un lugar que ha quedado vacío y callado.

La frase "Esta casa tení alma, y se murió de soledá" encapsula la idea de que no solo las personas mueren, sino también los lugares cargados de historia y emociones. La casa, al igual que los miembros de la familia, muere lentamente por la soledad, la falta de cuidado y el abandono.

6. Los objetos como recuerdos y el valor de la memoria:
La "medalla de San Antón" y la "postal de un hijo que nunca volvió" son los últimos vestigios de la vida en la casa. La medalla es un símbolo de protección y fe, mientras que la postal refleja la ausencia de los hijos que se fueron y nunca regresaron. Ambos objetos, aparentemente simples, están cargados de significado y son los últimos elementos que quedan para preservar la memoria de lo que fue la vida en ese hogar.

La frase final, "Eso basta. Pa que, cuando el vientu ruja por la rendija, parezca que alguien vuelve aunque sea de mentira", sugiere que, aunque la casa esté vacía, los recuerdos, representados por estos objetos, tienen el poder de evocar una presencia que sigue viva en la memoria de quienes la habitaron.

Conclusión:
Este poema es una reflexión melancólica sobre la desaparición de una forma de vida tradicional, el desarraigo, la muerte de los mayores y la desconexión generacional. La casa vacía es el símbolo principal de esta pérdida, albergando ecos de lo que fue pero ya no es. A través de la figura de la vecina que vela la casa y los objetos que quedan, el poema plantea la idea de que, aunque el tiempo y la migración cambien las circunstancias, la memoria y los recuerdos continúan siendo fundamentales para dar sentido a lo perdido. La casa, aunque vacía, sigue guardando las huellas de un linaje, de una vida que ya no volverá, pero que nunca se olvida completamente.

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