Angustias palmadas en el rostro catatónico del fracaso,
preparación irracional, cargada de confianza imprecisa, concluyen en tres huesos
desgarrando tu piel, tus cabelleras arrancadas entre lágrimas
y golpes impuestos por la algolagnia del momento.
El limitado firmamento no inhibe el estallido,
aterrorizando tu mañana y el presente de ello.
Forma parte de tu experiencia,
más penas no concuerdan tu ánima.
La detestable rabia, fulminante por los lados,
amarrando cielos, destruyendo la avenida,
sin sentir ningún remordimiento,
a cuenta de su inconmensurable autosuperación,
y víctima de ello no te permitiste aprender,
perdiendo tu respiración, que hoy vuelve para reclamarse a sí,
tan profunda y pausada como en libros de antaño se vio.