Un día estabas ahí jugando con tus muñecas, le cambiabas los vestidos, las abrias de piernas y hacias desfilar... yo a la par tuya compenetrada en mi juego simbólico asimilando y acomodando la realidad con algún objeto sensoriomotor en desuso, en el algarrobo sólido del sillón de casa.
Pasan los años y nos equipara otra dimensión, estamos sentadas en nuestra mesa de estudiantes de pino, crudo y endeble, totalmente cubierta por un mantel de plástico verde manzana a kilómetros de casa pero por una justa razón, conversando sobre la teoría del apego de Bowlby y descifrando el yo, el ello y el superyo.
Hoy sos mamá, nose como ni cuando pasó, el tiempo corre y se esconde en retazos de sumisos momentos... en realidad siempre fuiste ama defensora y justiciera de los tuyos, cabe destacar que en casa siempre fuimos de los que no se callan nada y dicen las cosas hasta por los codos por más obvias que parezcan.
Todavía me acuerdo el paso a paso de cuando me mostraste como se trapean los pisos o me indicaste cómo había qué caminar derecho por Enrique Carbo hasta toparse con Alsina y bajar para llegar a la terminal, siempre tan detallista con tus muecas y mañas.
Gracias por enseñarme cosas que jamas te pregunté pero siempre necesite... tal vez ser hermana y madre es medio eso, anticiparse a la necesidad silenciosa del otro.