Agustín Aguilar Tagle

El pensamiento complejo de una alcachofa

Los elefantes y las libélulas
respiran el mismo aire
–dice con donaire María
la de los tres mares.
 
Vuelan los elefantes sin que se note,
a ras del suelo (levitan), esperan que brote
la flor del cacahuate
del que habló alguna vez su abuelo,
el mamut,
antes de hacer su debut
como galleta de chocolate.
 
Y no falta, digo yo, el rinoceronte
con delirios de colibrí.
Por eso ya entendí aquello de pensar
que el acantilado siempre ha de soñar
que es vivo reflejo de un monte.
 
Tú y yo somos uno mismo, dijo Timbiriche,
que fue decir desde el abismo
lo que la Morsa cantó mejor
(tan claro como el sefardí
que locos ahora nos trae
a María y a mí).
 
Porque el pensamiento de una alcachofa
no es la estrofa de un soneto,
sino el libreto de puertas abiertas
que dan al mar tres veces aeropuerto.

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