Disculpa que te piense a intempestivas horas de la noche,
mi anhelada decadencia te atrae como un imán y te deja enganchado en mis
pensamientos hasta los primeros rayos del sol que tocan mi ventana.
Y nace esta necesidad de convertirte en el sujeto de los más angustiantes fragmentos que nunca antes escribí.
Y tengo que saciar esa voluntad consciente de que la estrofa se trate de ti.