Bajo las lluvias que irrigan este otoño en siluetas grises, sin forma, sin importancia.
Dando paso a inviernos implacables,
Indecibles,
Inevitables
En un charco de linfa
En tierras de carnes débiles
En medio de herbario ahogado en parasitos enfermos de luto
Nace una flor
Solo otro ornamento de las vastedades de la vacuidad
Que no está segura de pertenecer o no al dominio de la enfermedad
Y el fruto de la infección es solo hinchazón, aumento
Se enmarcan y develan heridas, cicatrices,
Que la aflicción pigmenta sobre cada hoja que nunca sanará, en cada pétalo que aún no es rasgado
Y durante los años de vendimia, todo filamento es contagiado,
ensuciado,
relativizado
Se retorcerá,
buscando la sombra
Se alimentará
de escupitajos de desdén
Y entre los silencios de este abismo,
anudará su tallo
atará sus raíces
Para ser tragada por la hambruna
Para
desaparecer
Para
extinguir
Rechazar
Herir
Su herencia,
Su condena
Su maldición etérea de maleficios susurrados, fundidos y encarnados en sus tejidos
De ser solo una manifestación
Y poco más que una hebra
De tristeza.
Lenta y patéticamente marchita
Me deja otra vez
Estoy solo otra vez
La podrida corona hace alarde de una nueva fibra
En la cuenca donde guardo mi nada
El jardín ilusorio que llamo “yo”.