Salí al patio, buscando otra tarea,
y me detuve al ver junto a la higuera
esa silla que usaba mi abuela
cuando tejía sin prisa, sin marea.
Nadie la ocupa. Y sin embargo, vibra,
como si el tiempo en su madera hablara.
El sol cae lento, la tarde se equilibra,
y en el aire su aguja aún se declara
No sé por qué no puedo reemplazarla,
ni por qué al verla, se quiebra mi canto.
Tal vez lo simple es lo que sabe guardarla,
o tal vez soy yo quien aún la espera tanto.