En este momento una marea de información está llegando a tu cerebro desde la planta de tus pies: la textura del lugar donde reposas, los colores de aquella prenda que te fascinó en la boutique, el número de andén donde debes esperar el tren de vuelta a casa.

Sin embargo, no eres consciente de nada de esto, hasta que algo te hace ponerle atención. Tú hipocampo entra en acción y permite qué esos momentos se hagan espacio entre los pliegues de tus lóbulos temporales. Así, tú cerebro retiene la información que para ti es más relevante y desecha todo lo demás. Es por eso que, a veces, no recuerdas dónde has dejado las llaves, cómo se llama la persona que te presentaron anoche ó el horario escolar de hoy.

Y siendo honesto, hay tanta información a tú lado almacenada que, a veces, parece desbordarse en un mar de nostalgia. Aún puedo evocar con precisión las calles que recorrimos, tu camiseta con motivos animal-print que tanto amabas, el olor que recorría el ambiente, la melodía que repetíamos en bucle, y el brillo de tus ojos reflejado en el espejo, aquel día sin destino, perdidos entre risas y la duda sobre dónde cenar.