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No name 4

Poesía etérea

Caen del cielo
como diminutos
copos de hielo,
cada uno de ellos
escondiendo
una palabra sagrada.
 
Forman montañas,
lagos helados,
inescrutables cuevas
en las que se esconden
creadores de almas,
y si los miras
muy de cerca,
parece que bailan
melodías al alba.
 
Cobran vida
cuando anochece y
solidifican,
gracias al nocturno soñador
que convierte en real
aquello que mira.
 
Se alzan en la sombra,
cantan y brillan
y se funden
con los vientos y las mareas
y todo aquello que no se ve,
pero agita profundamente
a aquel que aguanta
suficiente tiempo despierto.
 
Provienen de los bosques
mas verdes y profundos,
de las montañas
mas blancas y frías,
del interior de los volcanes,
de las supernovas que estallan
a millones de pensamientos de distancia,
de la ciudad gris y putrefacta.
 
De todos aquellos lugares
en el que existe
el equilibrio dinámico,
entre verde y rojo,
abismo y tierra,
viento y mar,
frío y calor,
vida y muerte.
 
Sacuden la bola de cristal
y la cubren de nieve multicolor.
Me sacuden a mi
y me convierten
en el perfecto soñador,
y ya no distingo
el interior del cristal esférico
de los colores que flotan,
ni me distingo a mi
de ese roble que aguarda enfrente.
 
Y se que él tampoco
  me distingue.



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