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Crónicas de una princesa III

Es medianoche,
espero a mi amado en nuestro lecho,
mientras deserrendo mi cabello.
Hoy será otra noche de pasión, suspiros y amor.
 
Mi rey entra a la habitación perfumada,
se despoja de su armadura pesada
y me regala una mirada determinada.
Sé que sus ojos ámbar recorren mi cuerpo
y me desnudan con desenfreno.
Después de todo, una princesa obediente sólo habla cuándo el soberano lo ordena.
 
Él me besa con locura, exigiendo qué soy suya.
Oh, princesa mía, de tu boca lo único que sale son mariposas ensangrentadas, de mentiras y desconfianza.
Al igual qué un lobo cruel y despiadado,
devoras mi cuerpo cómo a fresa de pastel.
Aunque grite, suplique y llore,
no te detendrás hasta saciar tu banalidad.
 
No soy una princesa de porcelana,
soy una cortesana de harapos,
un jueguete usado qué debe ser remendado.
Ensúciame con adoración,
insúltame con rencor,
ámame con perversión.
 
Acostumbrada a sentir dolor,
tus cadenas me dejan sin respiración,
destrozas completamente mi interior,
y al mirarme, sonríes con excitación.
Deléitate con mis heridas,
libérate del suplicio y tormento,
de cicatrices incomprendidas.
 
Oh, princesa de promesas rotas,
sigues siendo fraudulenta.
Despertaste la ira y resentimiento del rey,
quién te sentencia a morir bajo su ley.
Ni tu cuerpo, ni tus pensamientos son valiosos,
y pereceras ahogada,
en tu propio mar de lágrimas.

Piaciuto o affrontato da...
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