Las manecillas del Big Ben arañando tus caderas,
las horas que se desfiguran en minutos bajo el repique
de la lluvia encharcando mis botas.
La exánime máquina de escribir de Charles Dickens,
la candidez de un niño cuya única preocupación
es la pelota.
Un reloj de arena remoto con el tiempo,
el tiempo es arena que desciende como una gota,
el rezagado esperando hasta el último momento,
el vítor del despertador que baila otra mañana rota.
El tiempo es oro que se prodiga con el tiempo.